Cuando en la terapia tengo un consultante que sufre depresión, a veces, de manera cautelosa, le realizo la siguiente pregunta: ¿cómo lo lograste? … Ya que la depresión no es un virus que vino de afuera y se instaló en ti para paralizar tu vida. Debemos entender que la depresión es un proceso que iniciamos cuando reprimimos la tristeza, cuando desatendemos una y otra vez señales claras de que es momento de hacer cambios en nuestra vida, como por ejemplo cuando las amistades, la pareja o el trabajo en el que estamos no nos hace feliz ni enciende los deseos profundos de nuestro corazón, pero en vez de movilizar los cambios que la vida nos pide hacer, omitimos las señales y seguimos sosteniendo lo insostenible por mucho más tiempo, una decisión acumulada tras otra que atropella nuestra equilibrio empieza a crear depresión.
Biológicamente nacemos con sensaciones en nuestro cuerpo de forma innata, cuando vamos creciendo aprendemos por nuestros cuidadores y el contexto a darles un significado a esas sensaciones corporales, aprendemos a llamar tristeza a ese grupo de síntomas que oprimen nuestro pecho y garganta y hacen que nuestra voz se ponga temblorosa o sencillamente tenemos el deseo de llorar.
Aprendemos a agrupar síntomas físicos en categorías, pero también a etiquetar como buena o mala dicha experiencia. La cultura nos enseña a que si es una emoción incómoda es mala, si es una emoción agradable es buena, por lo tanto, vivimos huyendo de aquellas emociones desagradables porque se supone que sentirlas nos aleja de la felicidad o nos hace personas defectuosas.
Las creencias con las que hemos asociado nuestras emociones influyen considerablemente con la manera en que las experimentamos. Entender esto es importante ya que, como dije anteriormente, la depresión es causada al reprimir lo que sentimos, especialmente cuando sentimos la tristeza. Ahora, qué tiene que ver todo esto con nuestro espíritu, alma, conciencia, como tú prefieras llamarlo. Lo pondré de manera metafórica, cuando el sol evapora el agua que hay en la tierra y forma las nubes, a veces se crean tantas que ocultan el sol, quien fue la principal fuente de su creación.
La depresión podemos verla como una acumulación de nubes que ocultan y opacan nuestra verdadera luz, pero olvidamos que somos el sol y principal fuente de creación de esas nubes. Tal vez nuestra personalidad se vea inundada por pensamientos y creencias que pensamos nos definen, olvidando quiénes somos realmente, nos identificamos tanto con el proceso de pensamiento que perdemos la perspectiva. De repente un pequeño pensamiento es más importante que la vida misma, y la vida en sí es un fenómeno existencial no un fenómeno psicológico.
Creer que somos nuestra personalidad es como si el sol creyera que es las nubes que pasan por delante de él, así mismo la conciencia que somos está dos pasos atrás de los pensamientos que vienen y se van. La conciencia siempre está en el mismo lugar, estática, permanente e inalterable, pero no tenemos un entrenamiento de nuestra atención, por lo tanto cada vez que llega un pensamiento nos vamos con él. En el caso de la depresión, los pensamientos derrotistas, pesimistas y apocalípticos del futuro, de la vida y conmigo misma atrapan mi atención y me llevan a sufrir escenarios que no existen. La línea temporal de la depresión es el pasado, socavamos una y otra vez lo que hicimos mal o lo que debió haber sido diferente, por lo tanto, la depresión es un maestro (en formato incómodo) que nos invita a aceptar el presente tal cual como es y a reencontrarnos con nuestro valor.
No es algo que debamos temer sentir, es más bien aprender a verla desde afuera y recuperar nuestro amor propio, para esto debemos hacer cambios en nuestros hábitos de pensamiento, primero debe haber un movimiento interno para que haya un movimiento externo. Pedir ayuda es parte de nuestra humanidad, busca ayuda de un profesional para que te acompañe en este camino que parece tan oscuro, pero que una vez transitado te das cuenta que eres una persona más amorosa consigo misma y con el mundo que le rodea.
Autora: Esp. Yenifer Toro Cortés